10-06-2020, 06:50 PM
Hola chicos!
Hace unos días escribí una especie de crónica de esta reunión de locos con sus viejos cacharros. Como siempre, el viaje/aventura de ida y vuelta, la estancia y el reencuentro con los zephyreros siempre es interesante. Esta vez falló Desi y el viaje lo hicimos Joan Ricard y yo de ida, y Dani, Joan y yo de vuelta. Todo un lujo.
Como decía al principio, hice una crónica pero se perdió en el limbo informático de internet. No se qué pasó pero se cerró esta página y con el cierre se diluyeron las líneas del relato.
Esta vez, en vez de escribir sobre el viaje o las fotos, que ya lo ha hecho perfectamente Joan, quería hablar del pre-viaje y el post-viaje. Cuando empezamos a hablar de esta salida Joan y yo, no sabíamos si podríamos ir por razones del Covid y después por la previsión meteo que no acompañaba en absoluto. Y así pasaron las semanas, primero con la anulación y después con la posibilidad de ir a Villalba de la Sierra. Cuando por fin se confirma la fecha empieza la cuenta atrás. Empieza un estado de semi-nerviosismo: revisar la Zephyr, seguimiento de la previsión meteo, primer vistazo al mapa de carreteras, la pandemia, todo se empieza a acelerar. A mí me gusta tener siempre la Zephyr en perfecto estado de funcionamiento, y justo hacía pocos días había cambiado el filtro y el aceite, solo tenía pendiente revisar la presión de los neumáticos y engrasar la cadena. Con Joan empezamos a hablar del viaje, los primeros WhatsApp, la lista de lo imprescindible, el traje de aguas porque va a llover en algún momento del viaje, que si yo llevo esto, que si llevaré lo otro... y por fin llega el día de antes del viaje, la vigilia, la noche más larga del año, porque no hay manera de que la noche antes de un viaje pueda dormir. Ya tenía la lista hecha, la zephyr con el depósito lleno, la bolsa Givi acabada de comprar, la bolsa sobredepósito, la ropa ordenada, el mapa de carreteras con la lista de pueblos y carreteras que teníamos que seguir, todo el equipo de motorista preparado, la última llamada, esta vez nada de WhatsAppp, a Joan y la frase mágica: Demà a les 7.00 a Castelldefels, a la rotonda prop del castell" Mañana a las 7.00 en la rotonda cerca del castillo. ¡Por Dios que nervios! Hago y deshago la bolsa varias veces para asegurarme que todo está en su sitio, la ropa, el neceser, trapos para limpiar la cadena y el bote de grasa, el cable de recambio del embrague, algunas herramientas, el kit antipinchazos, los pulpos... todo en su sitio. Cojo las bolsas y bajo al garaje par dejarlo todo en la moto. Pongo la moto en marcha. Perfecto, arranca a la primera y funciona perfectamente, luces, pilotos, intermitentes, ya lo había comprobado días atrás pero vuelvo a comprobar. En ese momento recuerdo que en la ITV me habían dicho que el faro estaba un poco alto, nada grave pero que podría molestar a los otros conductores. Lo reviso y lo muevo hacia abajo y compruebo, poniéndome detrás del coche, que ya no parece estar tan alto. A todo esto ya son las 23.30 horas de la noche y entiendo que es mejor ir a dormir. Dejo la Zephyr fuera de su sitio habitual, preparada para salir sin tener que mover nada más que la moto. Por fin subo a casa, pongo el despertador para que
suene a las 06,00 horas, aunque estoy seguro que será innecesario. Dejo la ropa, el casco con la visera acabada de limpiar, los guantes, las botas que me pondré al día siguiente en el comedor para no despertar a nadie, y cuando ya está toda la familia acostada, intento conciliar el sueño con la misma emoción que un niño en la noche de Reyes.
Ya son la 06.00 horas después de una noche larga en la que he dormitado más que dormido. Me visto, creo que silenciosamente, me despido de Eva, que también está despierta porque no he sido tan silencioso como pensaba y bajo al garaje donde me espera mi Zephyr, perfecta, bonita, con el equipaje bien colocado, dejando el hueco preciso, entre la bolsa del depósito y la bolsa del asiento, donde me instalaré y me sentiré como una pieza más de la máquina. Aun es de noche, a punto de romper el día, la temperatura ideal. Pulso el botón de arranque y el motor empieza a rodar con su trocotó característico, todo en orden. Me pongo en marcha y en los apenas dos minutos que me separan del punto de encuentro con Joan, sonrío dentro del casco, con la visera abierta para notar el aire fresco de la mañana. Ya veo a Joan. ¡Bon dia Joan!.... En esos momentos soy feliz. En ese momento, de repente, me doy cuenta que mantener estas motos y compartir esta afición, tiene su recompensa. En ese instante, todo cobra tiene sentido.
Hace unos días escribí una especie de crónica de esta reunión de locos con sus viejos cacharros. Como siempre, el viaje/aventura de ida y vuelta, la estancia y el reencuentro con los zephyreros siempre es interesante. Esta vez falló Desi y el viaje lo hicimos Joan Ricard y yo de ida, y Dani, Joan y yo de vuelta. Todo un lujo.
Como decía al principio, hice una crónica pero se perdió en el limbo informático de internet. No se qué pasó pero se cerró esta página y con el cierre se diluyeron las líneas del relato.
Esta vez, en vez de escribir sobre el viaje o las fotos, que ya lo ha hecho perfectamente Joan, quería hablar del pre-viaje y el post-viaje. Cuando empezamos a hablar de esta salida Joan y yo, no sabíamos si podríamos ir por razones del Covid y después por la previsión meteo que no acompañaba en absoluto. Y así pasaron las semanas, primero con la anulación y después con la posibilidad de ir a Villalba de la Sierra. Cuando por fin se confirma la fecha empieza la cuenta atrás. Empieza un estado de semi-nerviosismo: revisar la Zephyr, seguimiento de la previsión meteo, primer vistazo al mapa de carreteras, la pandemia, todo se empieza a acelerar. A mí me gusta tener siempre la Zephyr en perfecto estado de funcionamiento, y justo hacía pocos días había cambiado el filtro y el aceite, solo tenía pendiente revisar la presión de los neumáticos y engrasar la cadena. Con Joan empezamos a hablar del viaje, los primeros WhatsApp, la lista de lo imprescindible, el traje de aguas porque va a llover en algún momento del viaje, que si yo llevo esto, que si llevaré lo otro... y por fin llega el día de antes del viaje, la vigilia, la noche más larga del año, porque no hay manera de que la noche antes de un viaje pueda dormir. Ya tenía la lista hecha, la zephyr con el depósito lleno, la bolsa Givi acabada de comprar, la bolsa sobredepósito, la ropa ordenada, el mapa de carreteras con la lista de pueblos y carreteras que teníamos que seguir, todo el equipo de motorista preparado, la última llamada, esta vez nada de WhatsAppp, a Joan y la frase mágica: Demà a les 7.00 a Castelldefels, a la rotonda prop del castell" Mañana a las 7.00 en la rotonda cerca del castillo. ¡Por Dios que nervios! Hago y deshago la bolsa varias veces para asegurarme que todo está en su sitio, la ropa, el neceser, trapos para limpiar la cadena y el bote de grasa, el cable de recambio del embrague, algunas herramientas, el kit antipinchazos, los pulpos... todo en su sitio. Cojo las bolsas y bajo al garaje par dejarlo todo en la moto. Pongo la moto en marcha. Perfecto, arranca a la primera y funciona perfectamente, luces, pilotos, intermitentes, ya lo había comprobado días atrás pero vuelvo a comprobar. En ese momento recuerdo que en la ITV me habían dicho que el faro estaba un poco alto, nada grave pero que podría molestar a los otros conductores. Lo reviso y lo muevo hacia abajo y compruebo, poniéndome detrás del coche, que ya no parece estar tan alto. A todo esto ya son las 23.30 horas de la noche y entiendo que es mejor ir a dormir. Dejo la Zephyr fuera de su sitio habitual, preparada para salir sin tener que mover nada más que la moto. Por fin subo a casa, pongo el despertador para que
suene a las 06,00 horas, aunque estoy seguro que será innecesario. Dejo la ropa, el casco con la visera acabada de limpiar, los guantes, las botas que me pondré al día siguiente en el comedor para no despertar a nadie, y cuando ya está toda la familia acostada, intento conciliar el sueño con la misma emoción que un niño en la noche de Reyes.
Ya son la 06.00 horas después de una noche larga en la que he dormitado más que dormido. Me visto, creo que silenciosamente, me despido de Eva, que también está despierta porque no he sido tan silencioso como pensaba y bajo al garaje donde me espera mi Zephyr, perfecta, bonita, con el equipaje bien colocado, dejando el hueco preciso, entre la bolsa del depósito y la bolsa del asiento, donde me instalaré y me sentiré como una pieza más de la máquina. Aun es de noche, a punto de romper el día, la temperatura ideal. Pulso el botón de arranque y el motor empieza a rodar con su trocotó característico, todo en orden. Me pongo en marcha y en los apenas dos minutos que me separan del punto de encuentro con Joan, sonrío dentro del casco, con la visera abierta para notar el aire fresco de la mañana. Ya veo a Joan. ¡Bon dia Joan!.... En esos momentos soy feliz. En ese momento, de repente, me doy cuenta que mantener estas motos y compartir esta afición, tiene su recompensa. En ese instante, todo cobra tiene sentido.