Salimos de Porto por carreterillas locales que nos metieron y sacaron de Galicia en varias ocasiones. Iván tuvo alguna dificultad para localizar los topónimos en el mapa hasta que le traduje el gallego en el que nos hablaban en Zamora al castellano en el que venían escritas las poblaciones. Carreterillas perdidas entre bosques, rocas de pizarra y con algún venado cruzando ante las motos.
En Padornelo dimos prueba de vida al posadero y seguimos hasta Puebla de Sanabria. Aquí tocaba decidir la ruta hacia el norte.
Yo había diseñado una, entre carreteras de cuarta y pistas, zigzagueando por el Bierzo hasta Ponferrada y de ahí hasta los Ancares para acabar durmiendo de nuevo en un refugio de montaña ya casi en el regazo de Asturias.
En Puebla, a la hora que era, ya nos dimos cuenta de lo irrealizable del plan pero lo bonito del plan B, llegar a Ponferrada por el sistema doble Portillinos/Morredero (que había reservado para el viaje de vuelta), nos consoló bastante.
A Corporales, el Rubicón del día, llegamos por asfalto.
Y salimos por asfalto
Pero la tentación era demasiado fuerte
Según el mapa esto era una carretera. No una pista. Una carretera que atravesaba el Bierzo de Oeste a Este
Yo iba pensando en la Torre del Diablo, de la película aquella de Spielberg
Pero aquí no tuvimos más remedio que darnos la vuelta