Después de Nogar teníamos un pequeño track de unos tres kilómetros que no estaba muy claro y Alberto prefirió, con buen criterio, ahorrarse.
Hizo bien porque aunque al principio era transitable pero pronto nos enseño los dientes. El camino desapareció y en una bajada mínima, un par de metros a lo sumo, por un piso de pizarra, el que desapareció fui yo. Creo que Iván sólo veía media moto y mi culo cuando fue a buscarme. La otra mitad de moto y del bulto sospechoso daban acelerones y hacían aspavientos respectivamente desaparecidos entre el ramaje.
Balance de daños: pantalla y espejo ATPC y algo de sangre pero poca. Me lamí como los perros y a al lío, pa' lante, que Alberto debía estar ya preocupado porque no hacía más que llamar pero nos faltaban manos para contestar levantando el fresno muerto aquel que nos encontramos a continuación.
Y yo sin traer mi navaja multiusos...
Para que mi sangre no empapara en vano aquel boquete de La Cabrera decidimos seguir y a fuerza de brazo y empecinamiento pudimos mover el árbol, que estaba totalmente desarraigado pero todo el ramaje lo hacía muy difícil de mover.
¡¡Y, qué coño, que un árbol pesa!!
Después, a medio camino un castaño enorme derribado ya nos obligó a dar la vuelta definitivamente y nos reunimos con Alberto en la carretera
Hizo bien porque aunque al principio era transitable pero pronto nos enseño los dientes. El camino desapareció y en una bajada mínima, un par de metros a lo sumo, por un piso de pizarra, el que desapareció fui yo. Creo que Iván sólo veía media moto y mi culo cuando fue a buscarme. La otra mitad de moto y del bulto sospechoso daban acelerones y hacían aspavientos respectivamente desaparecidos entre el ramaje.
Balance de daños: pantalla y espejo ATPC y algo de sangre pero poca. Me lamí como los perros y a al lío, pa' lante, que Alberto debía estar ya preocupado porque no hacía más que llamar pero nos faltaban manos para contestar levantando el fresno muerto aquel que nos encontramos a continuación.
Y yo sin traer mi navaja multiusos...
Para que mi sangre no empapara en vano aquel boquete de La Cabrera decidimos seguir y a fuerza de brazo y empecinamiento pudimos mover el árbol, que estaba totalmente desarraigado pero todo el ramaje lo hacía muy difícil de mover.
¡¡Y, qué coño, que un árbol pesa!!
Después, a medio camino un castaño enorme derribado ya nos obligó a dar la vuelta definitivamente y nos reunimos con Alberto en la carretera