En un lugar de Marruecos de cuyo nombre me resulta imposible acordarme empezamos a pillar cuestas arriba y pedregales los lados y en cierto sentido fue como si al encarar el paso del Atlas, contra el que tanto nos habían prevenido, comenzara el viaje.
Hacía hambre sería cuando paramos y fuimos los primeros de muchos que fueron llegando.
Un muchacho solo y silencioso con una KTM que nos dio alguna indicación con bastante naturalidad y despreocupación y un grupo de Megatrails que, oyendólos, creerías que acababan de venir de cruzar el Matogrosso
El paso del Atlas es un hecho
Una subida bastante larga que yo iba comparando para mis adentros con la del Tourmalet. Me quedo con esta por paisaje y, sobre todo, por sensaciones, por intensidad.
Se nos hacía tarde, hacía una rasca de collons y los vendedores de souvenirs nos tenían rodeados. Todos caímos en la trampa pero, yo al menos, echamos un buen rato entre risas, regateos y juramentos de amor fraternal eterno con por gracia de Allah todopoderoso y clemente. Y es que se ponen en medio, bloqueando el paso y la puerta y no hay modo de salir de la tienda.
A mí me tocó suerte el señor Ibrahim que me ofreció los mismos camellos por mi esposa que dientes le quedaban... dos arriba y dos abajo.
Hacía hambre sería cuando paramos y fuimos los primeros de muchos que fueron llegando.
Un muchacho solo y silencioso con una KTM que nos dio alguna indicación con bastante naturalidad y despreocupación y un grupo de Megatrails que, oyendólos, creerías que acababan de venir de cruzar el Matogrosso
El paso del Atlas es un hecho
Una subida bastante larga que yo iba comparando para mis adentros con la del Tourmalet. Me quedo con esta por paisaje y, sobre todo, por sensaciones, por intensidad.
Se nos hacía tarde, hacía una rasca de collons y los vendedores de souvenirs nos tenían rodeados. Todos caímos en la trampa pero, yo al menos, echamos un buen rato entre risas, regateos y juramentos de amor fraternal eterno con por gracia de Allah todopoderoso y clemente. Y es que se ponen en medio, bloqueando el paso y la puerta y no hay modo de salir de la tienda.
A mí me tocó suerte el señor Ibrahim que me ofreció los mismos camellos por mi esposa que dientes le quedaban... dos arriba y dos abajo.